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¿Las cosas son en realidad como las percibimos? (página 2)



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El presente texto, fundamentado principalmente en
elementales, complejos y novedosos planteamientos
filosóficos y científicos, nos llevará a
través del apasionante y esclarecedor panorama de las
cosmovisiones; nos mostrará la relatividad de las cosas;
nos internará por el universo del conocimiento; nos
permitirá explorar el complejo y amplio horizonte de la
tan anhelada y esquiva verdad y sus criterios; nos
facilitará saber qué es la razón y para
qué sirve; nos acercará al bello arte de razonar
correctamente por medio de la lógica; nos llevará
por los intrincados campos de la ciencia; desarrollará y
fortalecerá nuestro sentido crítico; nos
maravillará con el mundo de las concepciones
filosóficas sobre la realidad; nos invitará a
revisar viejos paradigmas y a adoptar nuevos paradigmas; nos
pondrá al tanto de las consecuencias de los nuevos
planteamientos que fundamentan la realidad; nos informará
sobre la nueva visión de la ciencia; nos ilustrará
sobre la posibilidad de unificar teorías
científicas sobre la comprensión del universo; nos
alertará sobre el impacto de las revoluciones del
conocimiento; nos ilustrará sobre la construcción
de la realidad social; nos señalará cuál es
la mirada de los jóvenes, y nos expondrá las
expectativas y desafíos del nuevo milenio.

La persona que se aventure a explorar este ensayo
encontrará la mejor recompensa a su esfuerzo: cambiar sus
paradigmas y romper los esquemas que le condicionan su forma de
interactuar con la cotidianidad más allá del mundo
que le rodea. Su mirada sobre lo establecido y lo que nos
condiciona se elevará por encima de dogmas y prejuicios,
para abrirse paso en el vasto horizonte de nuevas y
revolucionarias concepciones de la realidad que
posibilitarán una auténtica manera de vivir libre y
autónomamente.

La elaboración de este texto se logró
gracias al valioso aporte de muchos libros, revistas,
artículos, ensayos, conferencias, reflexiones, Revista
Muy Interesante, Enciclopedia Microsoft Encarta,
www.monografías.com y otras páginas de la Red de
Información (Internet).

Como este modesto texto no tiene ningún
interés comercial ni mercantilista, he tenido la
osadía de "adueñarme" de ciertas frases y
párrafos de algunos de los libros, revistas y
páginas de la Red consultados, sin haber tenido la
"delicadeza" de citar a sus autores, pero sí la resuelta
intención de agradecer profundamente y ofrecer mis
sinceras excusas a éstos, pues no pretendo
"dármelas" de original ni de investigador
exhaustivo

¡Oh confusión! ¡Oh
caos! ¡Quién pudiera

del sol de la verdad su lumbre
austera

y pura en este limbo hacer
brillar!

De lo cierto y de lo incierto,
¡quién un día,

y del bien y del mal,
conseguiría

los límites fijar.

Rafael Núñez

La realidad está ante todos, es el
mismo drama, la misma caravana de dolores conocidos y de
alegrías inesperadas. Pero no todos perciben el
espectáculo de la misma manera, no todos interpretan los
hechos de igual forma. Historia personal, posición de
clase, nivel cultural, formación académica, todo
esto condiciona qué realidad vemos y cómo valoramos
lo que vemos.

Augusto Ramírez

Las Cosmovisiones
(los ojos con que vemos el mundo)

Con frecuencia nos asaltan dudas sobre cómo son,
cómo deben o cómo deberían ser las cosas, y
qué paradigmas, verdades o creencias tenemos sobre
éstas. Un paradigma es un conjunto de normas que permiten
la conformación de modelos; un prototipo, figura
didáctica que sirve para representar de un modo concreto
un trabajo mental; esquema formal en que se organizan las cosas.
Paradigma es el término que define un modelo concreto de
realidad social y cultural en un espacio y en un tiempo
determinado. Los paradigmas son pues un conjunto de valores
costumbres y técnicas que determinan las pautas y
creencias del grupo social, aquí y hasta ahora. Lo que es
verdad es que la época en la que vivimos se caracteriza
por un cambio en los paradigmas… es pues tiempo de
transición en el que se derrumban los ya obsoletos
esquemas, donde se caen los de pronto viejos modelos, cuando se
terminan las antiguas estructuras. Emergen en cambio nuevas
formas de comprensión de la realidad. Los nuevos
paradigmas definen la magnitud y la naturaleza del cambio que
está sufriendo nuestra civilización. De acuerdo con
la cosmovisión de las cosas y la forma de percibir,
interpretar y sistematizar la realidad, cada persona define y
opina de ellas, y, por ende, tiene distintos paradigmas, verdades
o creencias de éstas.

Una cosmovisión es un sistema de pensamiento
mediante el cual fundamentamos o sustentamos determinadas
posturas con relación a nosotros mismos, a los
demás y al universo. Se puede definir también como
el conjunto de conocimientos que vamos adquiriendo durante
nuestra vida, que configuran en cada uno de nosotros la imagen
general o universal de la realidad; una especie de idea o
visión global del mundo, en la cual cada una de las ideas
particulares de las cosas, como si fuera una pieza de un gran
rompecabezas, se integra con las demás formando un
conjunto armonioso.

Entendemos por cosmovisión la idea global que el
hombre se forma del mundo en que vive, la cual le permite dar
razón de sí mismo y de cada uno de los seres que
integran su mundo. Una cosmovisión, igualmente, se define
como aquella forma estructurada de conocer y comprender la
realidad total en que predomina una determinada actividad
psíquica y una especial actividad vital. Una
cosmovisión es una concepción del cosmos que, en un
sistema coherente de puntos de vista sobre el mundo (naturaleza,
sociedad y pensamiento), influye de manera fundamental en la
actividad del hombre. Es ella la que nos permite encontrarle
sentido a la fría y muda objetividad de los seres humanos;
por ella las cosas se convierten en posibilidades, cobran sentido
e interés para nosotros.

Todas las personas tienen una concepción del
mundo, sólo que en unas se forma de manera
espontánea y en otras se va formando conscientemente,
tratando de comprender la vida de la sociedad y la propia, su
actitud ante el mundo mediante el estudio de las ciencias
concretas y la filosofía. El carácter de la
concepción del mundo es determinado en última
instancia por el nivel de desarrollo social, por el estado de la
ciencia y de la instrucción. La concepción del
mundo de un hombre de la época antigua o feudal se
diferencia fundamentalmente de la de un miembro de la sociedad
capitalista, y más aun de la socialista. Pero al mismo
tiempo la concepción del mundo de personas que viven en la
misma sociedad es muy distinta. Las ideologías, la
religión, la ciencia y las doctrinas políticas
también influyen en la concepción del
mundo.

Existen diversas cosmovisiones del universo, del mundo o
de la realidad (estética, científica,
filosófica y religiosa), y aunque cada una de ellas es
suficientemente diferente a las demás, ninguna puede
aislarse. Los planteamientos sobre el hombre y el universo
resultan diferentes desde cada una de ellas. Cada una posee su
propia forma de responder a los grandes interrogantes que
preocupan al hombre. A veces los planteamientos de estos modelos
cosmovisivos están de acuerdo o se complementan. Pero
muchas veces se oponen, sin que resulte posible poner de acuerdo
a los defensores de una o de otra. Frente a todas estas
cosmovisiones, el ideal no consiste en elegir la que nos parezca
más provechosa y desechar las demás, sino integrar
lo más valioso de todas; única forma de superar las
limitaciones de cada una. Quien no logre integrarlas y mirar el
universo a través de cada una de ellas, se
complicará la existencia y será incapaz de
relativizar la verdad.

La cosmovisión artística o
estética
se caracteriza por abrirse sin barreras al
orden sentimental de los valores de la vida y a la
observación y comprensión del universo a
través de la belleza o de las formas armónicas y
agradables a los sentidos. La cosmovisión
científica
hace hincapié en el logro de
objetividad y universalidad para el conjunto de sus conocimientos
obtenidos por cuantificación y verificación.
Pretende explicar el mundo partiendo de las experiencias
científicas. La ciencia se centra en la
experimentación, busca la objetividad. Carecen de
interés para ésta las explicaciones que no puedan
ser comprobadas con todo el rigor de sus propios métodos.
La cosmovisión filosófica, que es la
más amplia de las cosmovisiones, pretende conocer la
razón y las relaciones profundas y permanentes de cada ser
y de la totalidad de los seres. La filosofía pretende
encontrar el sentido que tienen los seres para el hombre,
apoyándose en la razón. La cosmovisión
religiosa
estructura la captación de la realidad
haciéndola pasar a través del prisma de relaciones
volitivas (que se relacionan con la voluntad) con seres
sobrenaturales.

La religión pretende explicar el mundo mediante fuerzas
sobrenaturales. La religión es el conjunto de creencias
míticas o reveladas que se aceptan como la
explicación verdadera de la realidad, por pura fe, sin
necesidad de verificación o comprobación alguna. Es
una orientación del hombre hacia lo sagrado. El mito y la
revelación le confieren su fundamento. El mito es una
afirmación o narración fantástica de
algún acontecimiento trascendente en el que intervienen
fuerzas sobrenaturales. Es la forma de expresarse que tiene la
vivencia religiosa. El mito es una "historia sagrada" elaborada
por el hombre primitivo para explicar su realidad, el origen del
mundo, animales, plantas y el hombre, transmitidas de
generación en generación, en donde los
protagonistas son seres divinos. Se caracteriza porque trata de
explicar la realidad; es un relato fantástico; surge de la
invención y la imaginación del hombre primitivo; es
tradicionalista (se transmite de generación en
generación); por lo general narra el origen del hombre,
del universo y otros interrogantes; puede tener tres bases: hecho
real, histórico y filosófico; tiene un sentido
simbólico; nace con el advenimiento de un pueblo para
explicar su origen; relata siempre hechos muy antiguos desde los
inicios de la vida de un pueblo; los protagonistas de un mito son
seres sagrados o dioses; narra siempre hechos relacionados con la
divinidad; y trata de los secretos divinos o del poder de los
dioses. Para la religión existe un hecho básico: el
hombre mantiene una relación de dependencia con seres
sobrenaturales, que configuran el ámbito de la divinidad.
En el mundo de lo divino, al cual sólo tenemos acceso por
la fe, según la cosmovisión religiosa, encuentran
su respuesta los interrogantes fundamentales del hombre.

Debido a que somos herederos de la tradición medieval,
profundamente religiosa, la gran mayoría sólo ve la
realidad a través de la cosmovisión religiosa, con
algunas consecuencias para la construcción de un proyecto
de vida bueno, debido a que la religión contiene ciertos
elementos alienadores y masificadores. Sólo quien ha
estudiado con sentido crítico la religión,
podrá sacar provecho de ésta para su
espiritualidad, sin que se convierta en un hombre del
rebaño.

Las cosmovisiones se relacionan con las representaciones o
modelos del mundo. Cada persona tiene una representación
del mundo en el cual se desenvuelve. Esta representación
es la que se denomina "modelo del mundo", el cual genera
conductas de acuerdo a la representación que tengan los
individuos. Las representaciones mentales que cada individuo
tiene dependen de sus experiencias, vivencias, cultura,
fisiología, entre otras. Cada persona tiene un modelo o
mapa del entorno en el cual se desenvuelve, es decir, el modelo
del mundo para cada individuo es diferente. Esto depende de sus
limitaciones sociales, individuales y neurológicas.

Las personas bloquean su capacidad de percibir alternativas y
posibilidades que se le presenten para la solución de sus
problemas, debido a que éstas no están presentes en
sus modelos del mundo. Existen individuos que atraviesan
períodos de cambio con facilidad, los vivencian como
periodos de creatividad. Otros, lo viven como etapas de terror y
sufrimiento. Esto significa que existen personas con una
representación o modelo rico de su situación, en el
que perciben una amplia gama de alternativas entre las cuales
pueden escoger acciones posibles. Para otras personas, las
opciones son poco atractivas. Juegan a perder.

La diferencia está en la riqueza de sus modelos. Unos
mantienen un modelo empobrecido que les origina dolor y
sufrimiento ante un mundo lleno de valores, rico y complejo.
Estas personas eligen lo mejor dentro de su modelo particular. Su
conducta cobra sentido dentro del contexto de las alternativas
generadas en su modelo. Las personas que no tienen suficientes
alternativas carecen de una imagen rica y compleja del mundo.

El universo se presenta al hombre como un enigma que
jamás se descifra en su totalidad
. Su mundo se va
formando como una acumulación de impresiones y
experiencias cada vez más perfectas y complejas. La
repetición de experiencias semejantes, unida al propio
temperamento, da lugar a la formación de diferentes
temples de ánimo frente a la vida, que se definen y
modifican de acuerdo al curso de ésta. Así,
encontramos diferentes temples de individuos: unos viven
más apegados a lo concreto, a lo sensible, disfrutando el
vivir cotidiano; otros fijan su mirada y sus impulsos en metas
sublimes y lejanas que les hacen vivir en la esperanza; hay
quienes se satisfacen plenamente con las cosas de la tierra y
quienes son optimistas frente al mundo y quienes se enfrentan a
él con pesimismo o desconfianza.

El hombre, a través de sus actividades
psíquicas (inteligencia, sentimiento y voluntad), conoce
la realidad por su inteligencia, la valora afectivamente por el
sentimiento y se conduce en ella por la voluntad. La
melancolía, por ejemplo, nos muestra el mundo al
revés; así perdemos el sentido de lo interno y de
lo externo. El melancólico, fuertemente subjetivo e
irreflexivo, resiste a la lógica, porque ningún
argumento conseguirá convencerlo de que ese estado es
imaginario o transitorio. La presencia de los demás se
convierte en ausencia. El depresivo, así mismo, se
pregunta si son los problemas de la vida diaria los que producen
la sensación de depresión o si, por el contrario,
es la sensación de apatía y desgana la que conduce
a los problemas cotidianos. Un neurótico, igualmente,
percibe la realidad alterada, ya que la neurosis genera un
desorden crónico de personalidad que produce una
visión distorsionada de la vida y una actitud
distorsionada ante ella. Un esquizofrénico altera su
contacto con el mundo exterior, se instala en su autismo, vive en
un mundo fantástico y utópico, producto de su
ensoñación; sus deseos no tienen relación
con la realidad, se hace impenetrable, indiferente, y pierde todo
sentido práctico. Un enajenado mental o loco tiene una
forma muy particular de vivenciar la realidad, debido a que la
locura es un estado en que la persona pierde la prueba de
realidad, se aleja de los patrones del aquí y del ahora,
no puede distinguir lo interno de lo externo y, en forma
irreversible, se aleja del principio consensual de realidad.
Según el filósofo francés Blas Pascal, el
pensamiento, que es nuestra verdadera y definitiva
vocación, se ve ofuscado por innumerables enemigos: la
imaginación, "maestra del error y la falsedad"; las
enfermedades, que nos impiden construir un juicio recto, y la
cotidiana tendencia a vivir en tiempos que no son
nuestros.

John Grinder (Psicolingüísta) y Richard
Bandler (Matemático, Psicoterapeuta, Gestaltista), con
fundamento en el constructivismo, sostienen que el ser humano no
opera directamente sobre el mundo real en que vive, sino que lo
hace a través de mapas, representaciones, modelos a partir
de los cuales genera y guía su conducta. Estas
representaciones, que además determinan el cómo se
percibirá el mundo y qué elecciones se
percibirán como disponibles en él, difieren
necesariamente a la realidad a la cual representan. Esto es
debido a que el ser humano al transmitir su representación
del mundo tiene ciertas limitaciones, las cuales se derivan de
las condiciones neurológicas del individuo, de la
situación social en que vive y de sus
características personales.

Cada persona tiene una representación del mundo
en el cual se desenvuelve. Esta representación es la que
se denomina "modelo del mundo", el cual genera conductas de
acuerdo a la representación que tengan los individuos. Las
representaciones mentales que cada individuo tiene dependen de
sus experiencias, vivencias, cultura, fisiología, entre
otras. Cada persona tiene un modelo o mapa del entorno en el cual
se desenvuelve, es decir, el modelo del mundo para cada individuo
es diferente. Esto depende de sus limitaciones sociales,
individuales y neurológicas.

Si preguntamos, por ejemplo, "¿qué es la
realidad?" a una persona sin una sólida formación
académica, a un científico y a un filósofo,
tendremos respuestas diferentes. La primera, que por lo general
tiene una cosmovisión religiosa y acude al sentido
común, ingenuamente contestará que la realidad es
todo aquello que nos rodea: personas, animales y cosas. Su saber
se reduce a señalar las cosas y sus fenómenos
interiores y exteriores, indicando las causas aparentes. Su
explicación de la realidad será una
explicación empírica, mediante la cual dirá
que las cosas pasan de este o de aquel modo, sin poder decir por
qué pasan. El científico responderá que la
realidad es la naturaleza, incluyendo el hombre y sus creaciones.
Su saber no se limita a señalar las cosas y sus
fenómenos, sino que además las explicará
separadamente en función de sus causas inmediatas. Su
explicación será una explicación
científica, mediante la cual dirá por qué
suceden las cosas cuyas leyes ha establecido. Su opinión
será crítica, porque examina y comprueba las
aportaciones de los sentidos para poder determinar su verdadero
valor. El filósofo dirá que el universo, el hombre
y la cultura constituyen la realidad. Trata de explicar la
realidad por sus causas primeras dentro del orden natural. Su
respuesta es producto de la reflexión fundamental y
sistemática. Busca establecer las causas iniciales,
elaborando por medio de la reflexión un sistema que
comprenda la explicación total de la realidad, que diga
por qué ha sucedido todo.

Los seres humanos adquirimos en el transcurso de nuestra
existencia una serie de nociones acerca del mundo que nos rodea.
Permanentemente estamos confrontando nuestras experiencias con
nuestro caudal interior de convicciones respecto de las
características del mundo exterior. Muchas de esas
convicciones son erróneas ya que están basadas en
prejuicios, prenociones, temores, supersticiones, costumbres,
mitos y leyendas. Rara vez nos preocupamos por comprobar si
nuestras ideas acerca de las cosas se ajustan a hechos sobre los
cuales no podamos tener duda. Incluso cuando ponemos a prueba
algunas de nuestras ideas o convicciones, la realidad nos
demuestra que nuestras creencias son equivocadas. Entonces suele
suceder que nos cuesta mucho convencernos de que no
teníamos razón, de que no estábamos en lo
cierto; a menudo las mantenemos aun a sabiendas de que no son
verdaderas o que existe una alta probabilidad de que no lo
sean.

El rasgo quizá más característico
de la raza humana es que vive y crea sus propias condiciones de
vida a través de un proceso de transformación del
mundo, al mismo tiempo que va construyendo representaciones
mentales de él. Tales representaciones mentales van
reflejando de una manera variable, cambiante, las diversas formas
que adopta la vida social y natural. "Nos encontramos incluso con
hombres de inteligencia indudable que mantienen ciertas opiniones
acerca de asuntos determinados, las cuales les fueron inculcadas
durante su niñez por niñeras o mozos de cuadra. Y
hasta los últimos momentos de nuestra adolescencia, o
aún después, seres queridos y admirados, cuyas
palabras se imprimen irresistiblemente sobre nuestras mentes,
logran hacer generar en nosotros creencias que la razón no
osa examinar, y que aunque estén en desacuerdo con el
resto de nuestras opiniones, persisten junto a éstas, sin
que nunca advirtamos la contradicción entre los dos
sistemas de pensamientos", precisa Aldous Hexley en su novela
Mi tío Spencer.

La relatividad de las
cosas

La concepción de las cosas es relativa para cada
uno, ya que si tenemos diferentes cosmovisiones de la realidad o
de nuestro entorno, para muchos las cosas son para cada cual
lo que cada cual quiera pensar de ellas,
tal como lo
conciben los sofistas. No es que un hecho sea
intrínsecamente abrumador; si lo es o no lo es depende de
cómo la persona lo interpreta. Así, no son los
problemas los que nos afectan sino la forma como los enfrentamos.
Lo que realmente nos atemoriza y desconsuela no son las cosas
ni los acontecimientos en sí mismos, sino la forma como
pensamos de ellos
. No son las cosas las que nos perturban,
sino la forma como interpretamos su importancia.

Un hecho determinado puede ser percibido como una
amenaza, un desafío o un alivio, según las
circunstancias, actitudes y recursos del individuo. Todo acto se
define a través de la forma en que lo interpretamos. Lo
que constituye la delicia de los niños que viajan dentro
de un vehículo, aburre al conductor; lo que es una rutina
habitual para las viejas campesinas, llena de terror a un
habitante de las grandes ciudades.

Ser incapaz de ver de la naturaleza más de una
cara es similar a vivir bajo la sombra del sueño perforada
por un solo rayo de luz. Cada uno de nosotros está
centrado en su propio ser y contempla el mundo desde una
posición estratégica las cosas cambian sin cesar,
de modo que siempre vamos encontrando situaciones
nuevas.

De acuerdo con el punto de vista de los antiguos
egipcios, como el universo es mental, los problemas sólo
están en nuestra mente. "Como cada uno es, tal es su
vida
. Uno es lo que piensa que es", sostiene el
principio del denominado Mentalismo. Somos, junto a lo
que nos rodea, formas pensantes: un universo pensante, en el que
nos proyectamos en espacio y tiempo. Las cosas y las personas no
son lo que deseamos que sean ni lo que aparentan ser; son lo que
son. Según el principio de identidad, una cosa es lo que
es y no otra. Sin embargo, una cosa, en algunas circunstancias,
pueden ser dos. Por ejemplo, la salida es a su vez una entrada;
salida para el que está adentro y entrada para el que
está afuera.

En la concepción diversa de las cosas, algunos
consideran que en este mundo no hay abismo entre el ideal y la
realidad; no hay separación entre lo que uno quisiera ser
y lo que es, entre lo que mi conciencia moral quiere que uno sea
y lo que la flaqueza humana en el campo de lo fenoménico
hace que sea. La característica de la vida moral,
concreta, en este mundo fenoménico, es la tragedia, el
dolor, el desgarramiento profundo, que produce en nosotros esa
distancia, ese abismo entre el ideal y la realidad. Mundo
fenoménico es lo que tenemos ante nuestros sentidos tal
como está.

Opinamos de las cosas de acuerdo a cómo las
percibamos, partiendo de nuestra posición como seres
humanos. Las cosas pueden ser percibidas, interpretadas y
sistematizadas, dependiendo de las circunstancias, tal como lo
explican las siguientes situaciones:

Primera: "Animales inofensivos: el tigre, el
león y la pantera; animales altamente peligrosos: la
gallina, el ganso y el pato
", decía una lombriz a sus
hijos.

Segunda: Dos ciegos querían saber cómo era
un elefante. Uno cogía al elefante por la pata y
decía que era un árbol; el otro lo tomaba por la
trompa y afirmaba que se parecía a una serpiente. Los dos
estaban equivocados.

Tercera: ¿Quién aprende más de
quién? ¿El estudiante del maestro, o el maestro del
estudiante? "El estudiante", responderán algunos. Esto
sólo es cierto a medias: el profesor aprovecha más
las preguntas de sus alumnos, que éstos las preguntas de
aquél. Por tanto, es el profesor quien está
aprendiendo de los estudiantes.

Cuarta: Dos amigos se están despidiendo en una
estación. El que se queda le dice al que se aleja: "Te
estás alejando con el tren". A lo que el viajero responde:
"No es cierto, eres tú el que se aleja con el
andén. Yo estoy quieto aquí en el vagón del
tren". Los dos están en lo cierto, tienen fundamento en
sus afirmaciones. Es relativo asegurar quién se
está alejando de quién. ¿Un poco complicado
esto? La relatividad einsteniana lo explica… Más
adelante veremos eso y más.

Quinta: Dos personas (una optimista y otra pesimista) se
encuentran frente a una botella cuyo contenido está justo
a la mitad de su capacidad. ¿Dirán que está
medio llena o medio vacía? El optimista dirá que
está medio llena y el pesimista dirá que
está medio vacía.

Y la sexta (un poco compleja): Un hombre golpea con su
puño una mesa dos veces en el mismo sitio. ¿En
realidad habrá golpeado dos veces en el mismo sitio?
¡No! ¿Por qué? La sala donde está la
mesa está sobre la tierra, y ésta se mueve en el
espacio, girando sobre su eje y trasladándose alrededor
del sol; el sistema solar también se mueve en el
espacio… Los golpes fueron dados en dos lugares
diferentes, ya que sólo podemos hablar del mismo sitio si
lo hacemos con referencia a la sala donde está la
mesa… ¿Un poco enredado? No se preocupen. La
Teoría de la Relatividad de Einstein lo explica
fácilmente. Ya veremos.

Séptima: Un esposo celoso sale de viaje. Como
sabe que su esposa tiene un amante, le exige que cuando regrese
lo espere en la estación, a la que se llega luego de
atravesar un bosque donde vive un peligroso y cruel asesino. El
día del regreso, la esposa, temerosa del asesino, le pide
a su amante que la acompañe a la estación, pero
éste se niega por temor a las reacciones de su rival.
Entonces pide compañía a un policía, pero
éste se niega pretextando que tiene que cuidar a los
demás habitantes de la ciudad. Finalmente, acude a vecinos
y a otras personas, obteniendo negativas por temor, insolidaridad
o comodidad. La esposa decide irse sola para la estación,
pero es asesinada en el bosque. ¿Quién es el
responsable de su muerte? ¿El esposo celoso? ¿El
amante? ¿El policía? ¿Los vecinos y
demás personas? ¿La esposa infiel? ¡Ninguno
de éstos! ¿Entonces quién? ¿Los celos
del esposo? ¿La cobardía del amante? ¿Los
pretextos del policía? ¿El temor, la insolidaridad
o la comodidad de las personas? ¡Tampoco! ¿Entonces
quién? ¿La mala conciencia de la esposa? ¿La
inseguridad? ¡No! ¡El culpable es el
asesino!

¿Y qué tal estas preguntas?: Primera:
"¿La cebra es una animal de color blanco con rayas negras
o un animal de color negro con rayas blancas?" Segunda:
"¿Quién es más valiente: el que se suicida o
el que afronta los fracasos y las enormes dificultades que
implica vivir? El expresidente Rafael Núñez,
poéticamente nos acabó de confundir: "Ignoro si el
veneno de Locusta /sería en el ansia de congoja adusta
/para el pecho dulcísimo cordial; /si es más fuerte
el que lucha con sus penas /o el que quiebra de su hado las
cadenas / a un golpe de puñal". Uno de los personajes de
Los sufrimientos del joven Werther, de Goethe, nos dice
que "en esto no se trata entonces de si alguien es débil o
fuerte, sino solo de si es capaz de soportar su grado de
sufrimiento, ya sea moral o físico. Y al mismo tiempo me
parece equivocado decir que un hombre que se quita la vida es un
cobarde, así como sería inoportuno llamar cobarde a
alguien que muere por una fiebre maligna". Tercera: Cuando uno
"cumpleaños", ¿cumple un año
más o un año menos? Cuarta: Si las cosas son
múltiples, temporales, finitas, móviles,
cambiantes, y además fluyen y devienen, ¿las cosas
no pueden ser y no ser al mismo tiempo? ¿Las cosas tienen
un ser, y ese ser, es? ¿El ser, es, y el no ser, es?
Quinta: Si el ser es único, eterno, infinito,
inmóvil e inmutable, ¿el ser puede ser y no ser al
mismo tiempo? ¿Una cosa es y no es al mismo tiempo?
¿Las cosas son y no son? Sexta: Si las cosas cambian,
¿qué son en realidad?

Y de lo grande y de lo pequeño,
¿qué? Se puede decir que un hombre es muy
pequeño o que es muy grande: si lo relacionamos con un
elefante, es muy pequeño; si lo hacemos con una hormiga,
es muy grande; pero, estableciendo relaciones de ese hombre con
un mismo objeto, no podemos decir ambas cosas. Podemos decir de
un ser que es muy pequeño o que es muy grande porque pudo
haber crecido; pero no podemos decirlo al mismo tiempo y desde el
mismo punto de vista, porque las cosas pueden resultar
completamente diferentes si están vistas desde distintos
ángulos. Para algunos, muchos no son suficientes.
Según Séneca, nunca es poco lo que es suficiente, y
nunca es mucho lo que no basta. ¿Es la cultura la que
condiciona un lugar o el lugar el que determina la cultura?
¿Para avanzar, es pertinente retroceder? ¿El
pensamiento crea la realidad o la realidad crea el pensamiento?
¿Es la conciencia la que determina el ser o es el ser
social el que determina la conciencia? ¿Son las
condiciones espirituales las que crean los cambios materiales o
son los cambios materiales los que crean las nuevas condiciones
espirituales? ¿El cerebro ha sido creado por el
pensamiento o el pensamiento es producto del cerebro? ¿El
universo fue creado por Dios o existe desde la eternidad? Y la
clásica y dialéctica pregunta de quién fue
primero: ¿el huevo o la gallina? El sabio
Aristóteles dijo que no había solución, pero
que en caso de haberla, pensaba que la gallina sería
primero. Recientemente dijeron algunos científicos
ingleses que primero fue el embrión (¿el huevo?).
Muchos, tratando de salirse por "la tangente", contestan que
primero fue el gallo… ¡Cuidado! ¡Las
cosas no son lo que parecen ni parecen lo que
son!

Según el filósofo inglés John
Locke, hay una realidad oculta tras lo que vemos y percibimos a
través de los sentidos en general. "No percibimos una
sustancia, percibimos su existencia", sentenció este
pensador. El poeta portugués Fernando Pessoa
sostenía que "las cosas no tienen significado sino
existencia, / las cosas son el único sentido oculto de las
cosas". La realidad se esconde tras las apariencias, y
éstas son suficientes para el grueso de la humanidad, que
es absolutamente incapaz de separar el grano de la paja. Quien
vive de apariencias sólo le basta el oropel y el
éxito. Cada observador tiene su propia medida del tiempo.
"No sé si lo que llamamos heroísmo /es virtud,
embriaguez o fanatismo /odio, ambición, delirio,
saciedad… / En la noche que forman las pasiones, / no
alcanzo de mis propias emociones / a saber la verdad", nos
sensibiliza la extraordinaria y enigmática poética
de Rafael Núñez.

Nuestras percepciones a veces son erróneas. Lo
que vemos en muchas ocasiones no corresponde con la realidad. Es
el caso de los colores. Uno los ve. Sin embargo, no existen.
¿Qué son los colores? Los colores de las cosas
dependen de la luz con que estén iluminadas y de la
refracción y absorción de las diversas frecuencias
de la luz. La luz del sol llega a nosotros en muchos "colores":
violeta, azul, amarillo, verde, anaranjado, rojo, que
corresponden a luces de diferentes longitudes de onda. Las luces
violeta y azul tienen las longitudes de onda más cortas;
la anaranjada y roja, las más largas. Lo que percibimos
como "colores" es la manera en que nuestros ojos y nuestro
cerebro leen estas longitudes de onda de la luz. Un vestido negro
absorbe todas las frecuencias de la luz, mientras que una camisa
roja absorbe todas las radiaciones, menos la roja que
refleja.

Algunos opinan que el hombre es la medida de todas las
cosas, y por esto las cosas son para cada cual lo que cada cual
quiera pensar de ellas. Otros piensan que las cosas no son como
son, sino como cada uno las percibe. Hay quienes creen que todo
cuanto vemos y tocamos (las cosas tal como se presentan) no
existen de verdad, sino que son otros tantos velos que ocultan la
verdadera y auténtica realidad. Las cosas no son
aún en acto lo que son en potencia. No todas las cosas
existen; hay cosas que creemos que existen y en cuanto nos
acercamos a ellas nos percatamos que no existen, ya sea porque se
desvanecen, ya sea porque las descomponemos en otras. Lo real no
es real sino en tanto y en cuanto procede de lo posible.
¡Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que
son!

No son pocos los que piensan que las cosas que se tienen
ante nosotros no son nunca, en ningún momento, lo que son
en el momento anterior y en el momento posterior; las cosas
están constantemente cambiando. Para los
dialécticos, una cosa es y no es al mismo tiempo, puesto
que el ser consiste en estar siendo, en fluir, en devenir. En
contraposición, otros afirman que en este mundo abigarrado
de colores, de sabores, de olores, de movimientos, de subidas y
bajadas, de las cosas que van y vienen, de la multiplicidad de
los seres, de su variedad, de su movimiento, todo este mundo
sensible, es una apariencia, es una ilusión de nuestros
sentidos, una ilusión de nuestra facultad de percibir. La
percepción sensible es ilusoria. Por eso lo que observamos
nunca corresponde a la situación física; algunos
aspectos son omitidos, otros añadidos y algunos
distorsionados. Nunca hay que olvidar que las cosas esconden algo
detrás de su apariencia inmediata.

Las imágenes y las apariencias en muchas
ocasiones influyen en nuestras percepciones. Veamos un ejemplo.
En el primer debate radiotelevisado entre John Fitzgerald Kennedy
y Richard Nixon, en 1960, por la presidencia de los Estados
Unidos, los dos fueron ganadores. ¿Por qué? Quienes
vieron por televisión el debate, dijeron que ganó
Kennedy, debido a la influencia que ejerció su imagen
fotogénica y saludable, contraria a la de Nixon, cansada y
enfermiza. Los que escucharon por radio el debate dijeron que
había ganado Nixon, porque había hablado
mejor.

Muchas veces, buscando respuestas, nos confundimos
más con las diversas teorías que pretenden explicar
un hecho. Sobre el origen del hombre americano, por ejemplo, no
podemos tener certeza. ¿Cuál es la teoría
cierta? ¿Será cierta la del origen múltiple?
¿Será cierta la del origen único?
¿Será cierta la del autoctonismo?
¿Será cierta la que sostiene que proviene de
Oceanía, pasando por la isla de Pascua?
¿Será cierta la de las oleadas sucesivas?
¿Cuál es la verdadera? ¿Será otra?
¿Cómo y cuándo saberlo? Lo único
seguro es la incertidumbre.

Muchos conceptos y su realidad son relativos. Un
ejemplo: el llamado "orden". ¿Qué es orden?
Colocación de las cosas en el lugar que les corresponde.
Concierto, buena disposición de las cosas entre sí.
¿Qué es desorden? Un tipo de orden al cual no
estamos acostumbrados. Pero muchas veces el orden no es orden.
Supongamos que un técnico en reparación de
televisores "desarma" uno y distribuye sus partes sobre la mesa
de trabajo, y luego sale de su sitio de labores. Al regresar
encuentra que alguien ha "recogido" estos componentes y los ha
"ordenado", porque percibió que estaban en "desorden". El
técnico se disgusta porque en el aparente "desorden" en
que tenía esos elementos, se desempeñaba con
facilidad, mientras que en el nuevo "orden" (ajeno) su quehacer
se le dificulta y se le convierte en un caos. Así, el
"desorden" del técnico estaba bien ordenado para sus
fines; ahora se pierde en el nuevo "orden". ¿Cuándo
había orden: antes o después? El orden
también es relativo.

En múltiples ocasiones nuestras concepciones de
hechos o fenómenos cotidianos no corresponden con lo que
en realidad pueda estar ocurriendo. El tiempo podría ser
un claro ejemplo, como puede ser cualquier otro. Casi todo lo que
hacemos está influido por el concepto de tiempo. Ovidio
dijo que el tiempo vuela; Aristóteles, que se mueve; San
Agustín, que es una cualidad del alma; Kant, que es una
intuición; Einstein lo convirtió en
dimensión y la Física Cuántica lo
desmenuzó hasta hacerlo innecesario.

El tiempo lo definió Platón, como imagen
móvil de la eternidad, entendiendo tiempo como
duración de la vida, y eternidad como vida sin fin, es
decir, presencia que no pasa y que es el arquetipo o modelo del
tiempo. El tiempo fue creado imagen de la eternidad, dura
siempre, y es el movimiento del cielo: la noche, el día,
el mes y semejantes son partes del tiempo. Así, que el
tiempo no puede existir sin la naturaleza del universo, pues
luego que hubo mundo también tiempo, habiendo sido creados
el sol, la luna y los planetas para formar el tiempo.

Aristóteles, su discípulo, a partir de la
observación del movimiento circular de las esferas
celestes y del hecho de que tiempo y movimiento se perciben en
forma conjunta, afirmó que el tiempo es el número
del movimiento según el antes y el después.
Unió indisolublemente tiempo y movimiento, dado que cada
uno de ellos sólo puede medirse en función del
otro.

Según San Agustín, no se puede decir con
exactitud que sean tres tiempos: pasado, presente y futuro.
"Habría que decir con más propiedad que hay tres
tiempos: un presente de las cosas pasadas, un presente de las
cosas presentes y un presente de las cosas futuras. Estas tres
cosas existen de algún modo en el alma, pero no veo que
existan fuera de ella. El presente de las cosas idas es la
memoria. El de las cosas presentes es la percepción o la
visión. Y el presente de las cosas futuras es la espera",
aclara en sus Confesiones.

El filósofo francés Blas Pascal considera
en sus Pensamientos que "casi nunca pensamos en el
presente, y si pensamos, es con vistas al porvenir; nunca el
presente es nuestro fin; él y el pasado son nuestros
medios, y nuestro fin, el porvenir; así que nunca vivimos,
sino esperamos vivir, y disponiéndonos siempre a ser
dichosos, es inevitable que no lo seamos nunca".

El filósofo alemán Guillermo Federico
Hegel concibe el tiempo como devenir intuido, y precisa que
mediante sus dimensiones (pasado, presente y futuro) permite el
paso del ser a la nada y de la nada al ser.

El escritor portugués José Saramago, en su
relación personal con el tiempo, no encuentra lugar sino
para un pasado o tiempo vivido y un futuro o tiempo por vivir.
"El presente –sostuvo ante un auditorio en la Universidad
de Salamanca (España) luego de haber recibido el premio
Nobel del Literatura– no será más que un
cursor que se desliza a lo largo de una escala,
caracterizado por no ser, siquiera mensurable, nada más
que un punto móvil, imparable, una luz que corre hacia las
tinieblas dejando detrás de sí una claridad difusa,
para que la difícil memoria de los tiempos se hará
cada vez más ciega, hasta que el flujo del olvido recubra
todo".

Henri Bergson, filósofo francés, en su
obra La evolución creadora sostiene que "el
pasado y el futuro se deslizan en una continuidad indisoluble
dentro de la cual el pasado, que va acrecentándome y
royendo las puertas del futuro, se encuentra siempre presente,
conservado y activo, en cada acción presente que
incorpora. Tendemos a reducir su movilidad unitaria, en repetidos
escalones que fijamos y estructuramos de acuerdo con la necesidad
de nuestro entendimiento". Para éste, el porvenir es la
dilatación del presente. Piensa que el tiempo verdadero no
es el objetivo, sino el vivencial, el que lleva el hombre dentro
de sí mismo.

El filósofo alemán Martín
Heidegger, en su obra Ser y tiempo, sostiene que la
vieja pregunta de "¿Qué es el tiempo? se ha
convertido en: ¿Quién es el tiempo? Más
precisamente: ¿somos nosotros mismos el tiempo? O
aún con mayor precisión: ¿soy yo mi
tiempo?". Responde que sí. El existente humano, consiste
precisamente en tiempo, esa inconsistencia transitoria.
Según él, estar hechos de tiempo significa estar
abocados a la muerte, resbalar sin tregua hacia ella.

Ludwing Wittgenstein, filósofo británico,
planteó en su Tratado
lógico-filosófico,
que si entendemos por
eternidad no una duración infinita, sino la
intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el
presente.

A. Comte-Sponville, en La historia más bella
de la felicidad,
señaló que sólo existe
el presente. Siempre es hoy, siempre es ahora. El presente es
nuestro lugar, el único: ya estamos en la eternidad. Y
casi nunca nos damos cuenta. Estamos habitados por la falta del
pasado (pena, nostalgia) o del porvenir (la
esperanza).

El filósofo idealista J. M. E. McTaggar
planteó que nuestra percepción del tiempo es una
ilusión, y que éste es meramente una
abstracción sin existencia real.

El popular escritor norteamericano Richard Bach, en su
novela Uno, sostiene que el tiempo es el nombre que
damos al movimiento de la conciencia. "Todos los acontecimientos
posibles que pueden ocurrir en el espacio y el tiempo ocurren
ahora, a la vez, simultáneamente. No existe pasado, no
existe futuro, tan solo el ahora, aunque debemos utilizar un
lenguaje basado en el tiempo para poder conversar. Es como la
aritmética. En cuanto conoces el sistema, sabes que todo
problema numérico está ya resuelto. El principio de
la aritmética ya sabe cuál es la raíz
cúbica de seis, aunque nosotros podemos necesitar lo que
denominamos tiempo, siquiera sean unos pocos segundos, para
averiguar lo que siempre ha existido… El pasado y el
futuro no dependen del año en que nos encontramos…
Depende de lo que elijamos contemplar".

Según Einstein, para los físicos "la
distinción entre pasado, presente y futuro no es
más que una ilusión, por muy pertinaz que
sea".

En el libro Cambio de Ritmo, de Stephan
Rechtschaffen, se afirma lo siguiente respecto del tiempo:
"El tiempo en sí mismo no existe; es sólo una
medición de la distancia que alcanza a cubrir un objeto
que se desplaza en el espacio
, tal como lo planteara Albert
Einstein. El tiempo no existe; el ahora, sí. Sentimos el
presente. El tiempo presente sólo se percibe
individualmente".

Según Tomás Moore, "el tiempo sólo
es una faceta de la vida, y la vida es el regalo del tiempo.
Querer tiempo es querer vida, querer la oportunidad de vivir
plenamente".

Emmanuel Kant, con su complejidad característica,
sostiene que el espacio y el tiempo, dos principios fundamentales
a priori, son los constituyentes de la representación
o intuición pura.
El espacio y el tiempo, que son
ajenos a toda experiencia y universales y necesarios, fundan y
posibilitan la experiencia sensible y permiten la
constitución de juicios sintéticos a priori (los
únicos que sirven para hacer ciencia porque son
universales y necesarios). Espacio y tiempo, como conceptos
puros, posibilitan y preceden toda experiencia fenoménica,
cualquier relación con el mundo. Gracias a la
relación entre los contenidos del a intuición
sensible (datos empíricos del a experiencia) y los de la
intuición pura (formas trascendentales del espacio y el
tiempo) los objetos se dan al conocimiento humano. La realidad es
la existencia misma de las cosas en el tiempo, como la cantidad
es la imagen pura del espacio; la sustancia es la permanencia de
lo real en el tiempo, y a sí sucesivamente.

Según Freud, la idea kantiana de que tiempo y
espacio son dos formas necesarias de nuestro pensamiento, puede
ser hoy sometida a discusión a consecuencia de ciertos
descubrimientos psicoanalíticos, porque los procesos
anímicos inconscientes estén en sí fuera del
tiempo; es decir, no pueden ser ordenados temporalmente, el
tiempo no cambia nada en ellos y no se les puede aplicar la idea
de tiempo.

La idea de tiempo en Jorge Luis Borges expresa la
existencia del pasado, el presente y el futuro. En otras
palabras, es el tiempo momentáneo, en el cual el hombre
reconoce para siempre su condición humana. "El tiempo es
la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que
me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me
destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero
yo soy el fuego", sostiene poéticamente en su Nueva
refutación del tiempo – B
. Este brillante
intelectual argentino precisa en su cuento El jardín
de los senderos que se bifurcan
que el tiempo no es
absoluto. Cree en infinitas series de tiempos, en una red
creciente vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y
paralelos. "Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan,
se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las
posibilidades… El tiempo se bifurca perpetuamente hacia
innumerables futuros", señala en ese cuento.

Desde niños sabemos que el tiempo es
tridimensional: pasado, presente y futuro. Sin embargo, para los
científicos modernos no existe ni pasado, ni presente, ni
futuro. ¿Cómo así que no existen, si eso
parece que experimentamos en nuestra cotidianidad? Según
el reconocido científico alemán Albert Einstein
(1879-1955), el intelectual más brillante del siglo XX y
posiblemente el más grande de todos los tiempos, la
diferenciación entre pasado, presente y futuro no es
más que una ilusión, por muy tercamente que nos
agarremos a ella. ¿Por qué? El tiempo que los
científicos tienen en su punto de mira es muy diferente al
que perciben nuestros sentidos. ¿Pero son confiables
nuestras impresiones? Ellas nos dicen que el tiempo transcurre.
El presente nos parece completamente real. El pasado contiene
aquello que ya no existe. El futuro, por el contrario,
está todavía sin forma y quizá abierto. En
ninguna galaxia, según los científicos, existe un
instante al que podamos llamar ahora. En su lugar, existe un gran
lapso de tiempo con muchos ahoras, cada uno de ellos
percibido como ahora por observadores diferentes. Lo que
para nosotros no es más que un brevísimo instante,
es en realidad una amplia zona compuesta de muchos momentos, cada
uno de los cuales sería en un astro muy
alejado.

El tiempo es relativo: más largo para el que
espera y más corto para el que se va, más largo
para el que sufre y más corto para el que goza, más
largo para el joven y más corto para el viejo… A medida
que envejecemos, aumenta nuestro archivo memorístico. Los
científicos opinan que este aumento de la memoria es el
responsable de nuestra sensación de ir
"haciéndonos" viejos. A los enamorados les gustaría
que el tiempo transcurriese más despacio. Cuando menos nos
preocupamos por el paso del tiempo, éste parece
empeñarse en ir más de prisa. Cuando estamos
atrasados para llegar a un sitio a una determinada hora, nos
parece que el tiempo transcurre más de prisa. Cuando
esperamos en una larga fila, el tiempo también parece ir
más de prisa. El que duerme plácidamente le parece
que el tiempo transcurre más rápido, mientras que
el que trasnocha tiene la sensación de que el tiempo va
más lento. La persona desocupada percibe lento el
transcurso del tiempo; la persona ocupada en una actividad
agradable, por el contrario, tiene la sensación de que
éste pasa más rápido. Pero qué
paradójico: el tiempo, que es quien nos da la vida; es, a
su vez, quien nos la va quitando. Desde que nacemos empezamos a
morir. El tiempo, incesantemente, interrumpe la eternidad del
hombre.

A propósito: ¿Qué es el tiempo?
¿El tiempo es lo que miden los relojes? San Agustín
decía, en sus Confesiones, "sé bien lo que
es, si no se me pregunta. Pero cuando quiero explicárselo
al que me lo pregunta, no lo sé. Pero me atrevo a decir
que sé con certeza que si nada pasara no habría
tiempo pasado. Y si nada existiera no habría tiempo
presente. Según el filósofo y escritor
español Fernando Savater, el tiempo pasa porque las cosas
pasan o a las cosas les pasan otras cosas. Donde nada puede pasar
no puede hablarse de tiempo. ¿Qué estamos midiendo
cuando medimos el tiempo? ¿Cómo medir algo que no
sabemos apenas lo que es? Savater responde que medir el tiempo
equivale más o menos a determinar el plazo de los cambios
que nos afectan a nosotros, a nuestras actividades y al mundo en
que habitamos. "Pero como tales cambios –señala-
pueden ser de numerosos tipos y como las medidas que les
aplicamos responden a criterios muy diferentes, es imposible en
realidad hablar de un solo tiempo: tendremos que resignarnos a
que haya diversos tiempos, según los cambios observados y
las pautas de medición utilizadas". Los científicos
realizaron la siguiente prueba: colocaron un reloj atómico
en la cima de una montaña, y otro a nivel del mar.
Einstein estaba en lo cierto: el reloj a nivel del mar anduvo
más despacio que el otro. A nivel del mar, la gravedad es
más fuerte porque está más cerca del centro
de la tierra.

El divulgador científico Jorge Alcalde
(español) se pregunta: "¿Tiene la misma
concepción del pasado de la vida el lama que reposa la
vista sobre un mandala que el ejecutivo que suplica a su reloj
digital unos segundos más para salir del atasco de
circulación? (Mandala o mándala en el hinduismo y
en el budismo, es un dibujo complejo, generalmente circular, que
representa las fuerzas que regulan el universo y que sirve como
apoyo de la meditación). ¿Pasa por igual el tiempo
en una aldea china que en el centro de Buenos Aires? ¿El
tañir del campanario tiene el mismo significado para el
niño que corre ante el pórtico de la catedral que
para el condenado a muerte?" Y responde que no. "Los
psicólogos lo saben bien: un minuto no pasa igual en la
mente de unos que en la de otros. Incluso existen algunas
variables físicas que pueden modificar nuestra
percepción del paso del reloj. Por ejemplo, la temperatura
corporal: siguiendo los estudios del psicólogo Eysenck,
algunos científicos han producido variaciones de hasta un
20% en el tiempo subjetivo de sus pacientes modificando su
temperatura interna. El consumo de algunas drogas produce efectos
similares sobre la capacidad de medir el tiempo
íntimamente, pero este fenómeno de
alteración mental no es exclusivo de la química. La
sinopsis, la meditación, alguna enfermedad mental, el
estrés, el miedo… todo puede conducir a una
incorrecta interpretación", sostiene en un artículo
de la revista Muy Interesante No. 199. El tiempo es una
medida subjetiva: lo que cada uno creer que es.

Así las cosas, surge la gran pregunta: ¿Es
realmente el tiempo mismo lo que pasa o somos nosotros los que
pasamos temporalmente? ¡Qué complejo y misterioso es
el tiempo! Y pensar que el tiempo, que es quien nos da la vida,
es quien nos la va quitando.

Y sobre los calendarios, ¿qué? Aunque la
humanidad ha tratado de unificar el tiempo, se podría
decir que de una forma u otra cada civilización tiene su
propio calendario. Pero los calendarios no sólo "cuentan"
y miden el paso del tiempo y tienen una utilidad civil,
también esconden anhelos, temores y creencias de los
pueblos y civilizaciones. Cuando en Occidente, profundamente
influenciado por el cristianismo, estábamos en el
año 2002, los hebreos estaban en el 5750, los mayas en el
5116, los chinos en el 4699 (desde 1912, China se rige
oficialmente por el calendario gregoriano, el mismo de Occidente,
pero el pueblo chino sigue celebrando sus festividades y sus
tradiciones según su antiguo calendario), los tibetanos en
el 2128, los etíopes en el 1923 y los musulmanes en el
1422. Luego de algunas revoluciones se ha tratado de establecer
nuevos calendarios. Después de la Revolución
Francesa y de la Revolución Cubana se intentó
iniciar con el año uno, pero esas intenciones no tuvieron
acogida. Jorge Alcalde aclara que "el calendario gregoriano que
seguimos en el mundo occidental está íntimamente
relacionado con la órbita de la tierra alrededor del sol",
y agrega que "el empeño por unificar todas las medidas de
tiempo ha levado a la instauración de una hora
universal
conforme a la cual se ajustan todos los relojes
oficiales del mundo que se rigen por nuestro sistema".

Muchos nos preguntamos si es posible determinar
cuál es la medida correcta del tiempo. Jorge Alcalde dice
que nuestro calendario civil, confeccionado de acuerdo con el
movimiento aparente del sol, no se ajusta en realidad al periplo
de éste. ¿Medirá correctamente el tiempo
nuestro calendario solar? ¿Cuál será el
calendario más correcto: el basado en las lunas o en el
paso de las estaciones? En el apéndice, al finalizar este
texto, se ampliará la problemática del
tiempo.

Durante mucho tiempo se creyó que la tierra era
plana; la observación directa así lo exigía.
Como consecuencia, todas las líneas verticales eran
paralelas entre sí, y tenía plena
justificación decir que el cielo estaba "arriba" y la
tierra "abajo". Al conocer que la tierra es redonda, los
conceptos de arriba y de abajo sólo tienen sentido
respecto al punto en el que está situada la persona que
los enuncia. Cuánto tiempo se tuvo la concepción de
que la tierra era el centro del universo porque así se
veía a simple vista: el sol "salía" por la
mañana, "ascendía" hasta el medio día y se
"ocultaba" al atardecer. Eso, tiempo antes, era una verdad
incuestionable, observable, evidente. Pero no era tal.
Según los científicos posmedievales, esto es
totalmente falso. Nuevas verdades derrumbaban viejas
"verdades".

Muchas de nuestras percepciones son erróneas.
Cuando estamos reposando en un sillón, no hay duda que
estamos quietos. Esto es cierto sólo para quienes no se
preguntan cómo funciona el universo. Los inquietos por las
leyes y los misterios del universo sabemos que permanentemente
nos estamos moviendo por el cosmos a la velocidad de la luz;
más exactamente, por el tiempo espacial, y lo hacemos con
todas las consecuencias que implica un movimiento vertiginoso.
¿Increíble? Así son las leyes
físicas, o al menos las expuestas por la relatividad
einsteniana. ¿Serán ciertas? Algún
día podremos confirmarlas o desvirtuarlas. ¿O no
podremos hacerlo nunca?

La vaguedad de los conceptos es un aspecto que debe
tener en cuenta quien busca saber qué son las cosas.
"Aquí", por ejemplo, es un término vago:
en la cosmología astronómica, la Vía
Láctea puede ser "aquí"; en el estudio de
la Vía Láctea, "aquí"es el sistema
solar; en el estudio del sistema solar, "aquí" es
la tierra; en geografía, es la ciudad o el distrito en que
vivimos; en los estudios fisiológicos sobre la
sensación, es el cerebro, a diferencia del resto del
cuerpo. "Los aquí más vastos contienen
otros menores como partes; todos los "aquí"
contienen el cerebro del que habla o parte de él",
sostiene el filósofo inglés Bertrand Russell en su
libro

"El conocimiento humano".

No hay que creer en todo lo que nos dicen los
demás si queremos saber qué son las cosas. Los
textos educativos (impuestos por el sistema y la tradición
escolar) nos han dicho que Cristóbal Colón fue el
primero en afirmar que la tierra era "redonda como una naranja".
Sin embargo, eso ya lo habían planteado otras personas
mucho tiempo antes. Los griegos, a través de los
Pitagóricos, de Platón y de otros pensadores, ya
habían afirmado que la tierra era esférica, debido
a que la esfera es la más perfecta de todas las figuras.
Decían que las órbitas eran circulares a causa de
que el círculo es tan perfecto como la esfera. En la Edad
Media, el filósofo y teólogo ingles Roger Bacon
(1229-1292) sostuvo que la tierra era redonda.

Nos "enseñaron" que Copérnico, Galileo y
Newton fueron los pioneros en afirmar que el sol era el centro
del universo y que los planetas giraban en torno del sol. No
obstante, los antiguos griegos ya habían planteado que la
tierra podía sostenerse sola sin apoyo en el espacio;
éstos, a su vez, habían tomado este conocimiento de
los babilonios y de los egipcios. El filósofo
Anaxímenes, por ejemplo, dijo que la tierra era una gran
hoja que flotaba en el aire. Aristarco de Samos, filósofo
egipcio, fue el primero en concebir la teoría de la
rotación de la tierra sobre sí misma y alrededor
del sol. Se le atribuye a Copérnico ser su descubridor. Lo
que pasó fue que esta idea de Aristarco sólo fue
admitida hasta los tiempos de Copérnico. La
filología, apoyada en el exacto conocimiento del
sánscrito, nos demuestra que "en los Vedas encontramos la
prueba de que 2.000 años antes de J. C., los sabios indos
conocían la esfericidad de la tierra y el sistema
heliocéntrico que tampoco ignoraba Pitágoras, por
haberlo aprendido en la India, ni su discípulo
Platón… los indos conocían perfectamente el
sistema heliocéntrico unos 2.000 años por lo menos
antes de J. C." (Isis sin Velo, de Helena Petrovna
Blavatsky). El filósofo Bertrand Russell afirma en el
texto citado antes que "Aristarco de Samos, en el siglo III,
propuso el sistema copernicano en su totalidad, y elaboró
un método teóricamente correcto para calcular las
distancias del Sol y la Luna". La Enciclopedia Microsoft Encarta
sostiene que "el astrónomo Aristarco de Samos
propuso un sistema planetario heliocéntrico (con
centro en el Sol
), aunque este concepto no halló
aceptación en la época antigua". Es más: el
filósofo colombiano Danilo Cruz Vélez
también llama la atención de estas realidades
cuando en un ensayo publicado en Lecturas Dominicales
del periódico El Tiempo aclara que el historiador
Germán Arciniegas sostenía que Copérnico
había desarrollado sus ideas heliocéntricas a
partir del descubrimiento de América, "olvidando que en el
siglo III a. de C. Aristarco de Samos, llamado el
Copérnico de la antigüedad, sostenía que el
sol está inmóvil en el centro del universo y que la
tierra, como los otros planetas, describe círculos
concéntricos alrededor del sol". Y así muchas otras
imprecisiones y confusiones, propias de un sistema educativo,
concebido para la domesticación y el oscurantismo.
¡Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que
son!

Los ejemplos, verdades o creencias difieren grandemente
en la percepción de las cosas por parte de los adultos y
de los jóvenes. Mientras los mayores tienen conceptos
más acabados, estructurados y coherentes de cómo
son o deben ser las cosas, debido a su bagaje en diversos campos
del saber racional y empírico, la juventud, por su forma
diferente de observar y enfrentar su realidad, tiene otros
arquetipos, verdades o creencias de las cosas con las que tienen
que habérselas cotidianamente.

El niño aprecia las ocurrencias de su vida
infantil de manera superficial; el joven comienza a ver los
aconteceres propios y ajenos con mayor profundidad; y el hombre
maduro, hablando en términos generales, logra un criterio
objetivo y sensato, que le permite juzgar acertadamente de cuanto
pasa en su entorno. La vida social y familiar está llena
de dificultades y desaciertos, a causa de la ausencia de criterio
en los padres de familia, en los educadores y en los gobernantes.
Las relaciones humanas son un intercambio continuo de
apreciaciones acerca de personas y hechos de la vida
ordinaria.

Igualmente, las cosas son y deben ser dependiendo del
contexto social de cada persona, ya sea adulta o joven. El
sistema político, el entorno cultural, la clase social, la
profesión, la ideología, el nivel de
información, la educación, la religión, la
edad, el sexo, el estado civil, la satisfacción de
necesidades, el código de valores, la ética y la
moral dependerán en gran medida del modelo, verdades o
creencias de cada cual respecto de las cosas. No vemos las cosas,
como son en realidad, sino como somos nosotros.

En el complejo universo ontológico podemos
responder a una pregunta de diversas maneras. A la pregunta:
"¿Quién existe?" podemos responder así: 1.
Yo existo, el mundo existe, las cosas existen, Dios existe. 2.
Las cosas existen, y yo como una de tantas cosas. 3. Yo existo,
pero las cosas no; las cosas no son más que mis
representaciones mentales; las cosas no son más que
fenómenos para mí, apariencias que yo percibo, pero
no verdaderas realidades. No son en sí mismas, sino en
mí. 4. Ni las cosas ni yo existimos de verdad, sino que
sólo Dios existe, y las cosas y yo existimos en Dios; las
cosas y yo tenemos un ser que no es un ser en mí, sino un
ser en otro ser, en Dios. No todas las cosas existen; hay cosas
que creemos que existen y en cuanto nos acercamos a ellas vemos
que no existen, ya sea porque realmente se desvanecen, ya sea
porque inmediatamente las descomponemos. Como se aprecia, no todo
el que quiere existir, o dice existir, existe verdaderamente.
Según el científico Edward Harrison, es posible que
estemos viviendo en un universo muy distinto al que las
observaciones nos enseñan. ¡Las cosas no son lo que
parecen ni parecen lo que son!

En el campo ético también encontramos
diferencias. Una persona con una ética teleológica
sostiene que un acto es bueno o malo en función de la
bondad o la maldad de su resultado. Para él, Robin
Hood
es un héroe porque, básicamente, su fin
(dar a los pobres) justifica sus medios (robar a los ricos). Por
su parte otra persona con una ética deontológica
que una norma es una norma: robar está mal. La
ética deontológica se guía por un libro de
normas que puede consultar cuando trata de encontrar el buen
camino. Suele ser fácil estar de acuerdo con las normas
básicas. Con la ética teleológica nunca se
sabe lo que está bien o mal hasta que se conoce el
resultado de los actos, lo cual dificulta toda
planificación. Su valor reside en la flexibilidad y la
imparcialidad. ¿Y qué decir de quien practica una
ética heterónoma o una ética
autónoma? Quien practica una ética
heterónoma cifra la felicidad en la trascendencia, y quien
practica una ética autónoma cifra la felicidad en
los bines sensibles inmediatos. ¡Las cosas no son lo que
parecen ni parecen lo que son!

Para finalizar, es procedente atender el llamado de la
psicóloga Leonor Noguera Sayer, quien nos aconseja que
cuando creamos que nos contradice, pensemos si más bien se
nos quiere decir algo diferente. Así mismo, nos invita a
ver las cosas con nuevos ojos y con espíritu juvenil.
"Sólo quien mira con nuevos ojos descubre distintas
versiones de la realidad que amplían el horizonte.
Ojalá tuviéramos la juventud interior suficiente
para alimentar y conseguir ese rasgo tan propio de los
niños que hace la curiosidad y la sorpresa su forma
habitual de ver el mundo" (En busca de una vida
propia
).

El
conocimiento

El conocimiento es algo muy prodigioso.
¿Qué sería de nosotros sin el conocimiento?
El conocimiento tiende hacia un fin: la posesión del
saber. Conocer es, ante nuestros ojos, poseer los objetos, y al
mismo tiempo poseernos; es decir, tomar conciencia de nosotros
mismos. Implica necesariamente una curiosidad que debe ser
saciada con la posesión plena del ser del
objeto.

Cada ser humano tiene la necesidad de recorrer los
caminos de la vida cotidiana, y entre sus vericuetos, espejismos
y falacias, corre el riesgo de extraviarse. Requiere, entonces,
un saber al cual acudir en procura de orientación y
auxilio. Y este saber, práctico, técnico y
concreto, es el conocimiento de los hombres y del mundo que han
construido.

A pesar de la innegable importancia del conocimiento, es
preciso tener en cuenta que antes de conocer otras realidades,
debemos conocernos a nosotros mismos. Ese conocimiento nos
permitirá saber que uno de los sellos de la madurez es
reconocer la validez de múltiples realidades, y entender
que la gente piensa, siente y reacciona de diferentes maneras.
Asimismo, seremos conscientes de que la única persona a la
que podemos cambiar y controlar es a nosotros mismos.

El conocimiento de sí mismo está asociado
a la naturaleza del ser. Una cosa es lo que yo hago, y otra cosa
es lo que yo soy. Saber ¿quién soy yo?, ¿de
dónde vengo?, ¿para dónde voy? y
¿cuál es mi misión en la vida?, implica
tener certeza de conocerme. No podemos quedarnos enredados en las
situaciones que la vida nos ofrece. Una persona de acuerdo con su
nivel de comprensión tiene metas y propósitos
definidos. Según el filósofo francés Blas
Pascal, es menester conocerse a sí mismo; si esto no basta
para hacernos hallar la verdad, por lo menos sirve para que
arreglemos nuestra vida; y nada hay más justo que esto.
Sócrates fue más allá al afirmar que el
conocimiento de sí mismo es el secreto de la
felicidad.

Antes de iniciar la búsqueda del conocimiento
exterior, primero debemos encontrarnos a nosotros mismos,
buscarnos en nuestro interior, porque cuando el hombre no se
encuentra a sí mismo no encuentra nada. La propia
ignorancia sitúa al hombre frente a su propia realidad, y
al mismo tiempo lo induce a reflexionar sobre su propio yo. El
ignorante no sabe nada, pero tampoco afirma nada; mientras que el
que está en el error no sabe, y sin embargo afirma
creyendo saber, lo cual es peor. El que está en el error
es en realidad un ignorante que ignora que lo es. Por ello es
importante saber qué es lo que yo quiero hacer en mi vida,
porque todo ser humano representa un papel en la vida y
sueña con otro; pero ¿cuándo es "él
mismo", en realidad?: ¿el del papel que representa o quien
pretende ser? Hay que saber con claridad qué buscamos,
porque el que no sabe qué busca se conforma con lo que
tiene.

Es el engaño de la ficción la que nos
seduce. "¿Qué es la vida del hombre, sino una
comedia en la que cada uno va cubierto con su propio disfraz y
cada uno declama su papel, hasta que el director le aparta del
escenario?", se pregunta Disiderio Erasmo de Rótterdam, en
Elogio de la Locura. "Igual que en un carnaval, / donde
nadie sabe quién es, / vivimos con un disfraz / que nos
ayuda a mantener de pies", dice una canción argentina. El
escritor Hermán Melville sostiene en su novela Moby
Dick
que todos los objetos visibles no son más que
máscaras de cartón. "Pero en todo conocimiento, en
el hecho viviente, hay siempre algo desconocido, aunque
razonante, que proyecta su sombra desde detrás de las
máscaras que no razonan", sostiene.

Contemporáneamente se ha pretendido dar al
problema de la verdad una mayor radicalización. Bergson
distingue dos maneras profundamente distintas de conocer: la
primera consiste en dar vueltas en rededor de una cosa para ir
apresando en conceptos los distintos puntos de vista que ofrece
al espectador que la analiza desde su periferia; la segunda forma
de conocimiento penetra en la cosa, la conoce por dentro
coincidiendo con ella en lo que tiene de inefable y absoluto. El
primero es un conocimiento analítico, relativo, abstracto,
propio de las ciencias; tiende a la manipulación del
objeto. El segundo, por el contrario, es sintético,
absoluto e intuitivo, propio de la metafísica, cuya
pretensión no es manipular, sino conocer absolutamente la
realidad inefable de las cosas.

Todo hombre busca la verdad, no por vanidad personal,
sino como un deber ante la humanidad, de transmitir
conocimientos. Según el novelista ruso León
Tolstoi, un matemático ha dicho que el placer no
está en descubrir la verdad, sino en el esfuerzo de
buscarla (Ana Karenina). La búsqueda de la
verdad entraña también la eliminación de la
falsedad
. La falsedad, para muchos, es el ocultamiento del
ser bajo apariencias, o la no conformidad de la palabra con el
pensamiento. La búsqueda de la verdad halla su recompensa
en sí misma. El hecho de que no poseamos la verdad
total, no significa que no podamos acercarnos a la verdad
.
La lucha del hombre por descubrir la verdad es interminable;
ésta es siempre escurridiza, relativa,
multifacética. El acceso a la verdad es muy complejo y a
ello se oponen múltiples obstáculos no sólo
en el interior del pensamiento mismo, sino en sus
múltiples raíces y condicionamientos.

Debemos tener claridad conceptual porque si confundimos
los conceptos tendremos dificultades para buscar la verdad y las
confusiones no nos permitirán avanzar por el sendero que
nos aproxime a la verdad. El concepto es lo que nos permite
identificar inequívocamente algo y además brinda
una regla práctica para construirlo o juzgarlo. Veamos
algunos ejemplos.

1. El término Materialismo ofrece confusiones si
no sabemos a qué nos referimos con ese concepto.
Materialismo es una perspectiva caracterizada básicamente
por dos principios complementarios: primero, no existe un
universo sino una infinita pluralidad de mundos, objetos o cosas
que nunca se pueden concebir o considerar bajo el concepto de
unidad; segundo, todos los objetos o cosas que percibimos
están compuestos de partes y antes o después se
descompondrán en partes. Así, el concepto de
Materialismo no se puede utilizar en el sentido vulgar de la
palabra para afirmar que una persona es materialista porque tiene
afán de riqueza y de excesos sensuales junto a la carencia
de ideales o generosidad. Una cosa son los átomos
metafísicos de Anaxágoras, Leucipo y
Demócrito y otra muy distinta los de la física
cuántica.

2. ¿Es lo mismo sexo que sexualidad? ¡No!
Sexo quiere decir simplemente diferencia. Sexo es lo que somos.
Sexualidad es la forma como expresamos lo que somos. Esta
distinción reside particularmente en los órganos
genitales, llamados así porque en ellos está la
función reproductora de la especie. El concepto de lo
femenino y de lo masculino nace de esta diferencia
biológica. La sexualidad es la persona en la totalidad de
su expresión vital y un compromiso existencial. Es una
persona, de cualquier edad, con sus pensamientos, sentimientos y
acciones. "Es una manera de relación de la persona consigo
misma y con las demás personas y, si bien tiene bases
biológicas comunes, es única, cambiante y relativa,
como única, cambiante y relativa es la existencia humana,
hace parte de su vida sentimental, afectiva y de su vida de
acción", aclara la psicóloga Cecilia Cardinal de
Martín. Sexo es lo que somos y sexualidad la manera como
expresamos lo que somos. Entendida de esa manera la sexualidad,
no puede reducírsela a la simple función genital,
porque implica, además del sano ejercicio de la
genitalidad, dimensiones como el amor, la comunicación, el
respeto, la tolerancia, la aceptación y la
comprensión profunda del otro. La sexualidad no se puede
identificar con la práctica exclusiva del coito dentro de
una visión mecanicista y reductivista del sexo que, a
juicio de la sexóloga Marta Lucía Palacios,
desvirtúa las posibilidades de una sana relación
interpersonal. El sano, maduro e inteligente ejercicio de la
genitalidad puede concebirse como fuente de placer, como fuente
de procreación y como fuente de
relación.

El conocer y la búsqueda del conocimiento ha sido la
gran preocupación humana, su proceso, su abordaje, la
verdad o no de los hallazgos, la objetividad o subjetividad del
acto cognoscitivo, han sido objeto de estudio a lo largo de la
humanidad. ¿Es posible conocer? ¿Es realmente
factible aprehender la realidad? La ciencia se ha basado en el
conocimiento de la verdad o al menos en la búsqueda de
ella (¿se ha logrado?), o sólo es uno más de
los sueños irrealizables del hombre. Disertar sobre el
conocimiento es generar dudas y cuestionamientos sobre la ciencia
y sobre la base en el que esta sedimentado todo su andamiaje.

Hay dos tipos de conocimiento: Conocimiento sensible:
aprehende objetos reales, entendiendo por reales los que ocupan
espacio y tiempo. Es proporcionado por los sentidos y la
conciencia inmediata de nosotros mismos. Conocimiento racional:
aprehende objetos ideales o relaciones entre objetos reales.
Objeto ideal es aquel que no ocupa espacio, ni tiempo, (los
números, los conceptos etc.). Este tipo de conocimiento da
a la razón la posibilidad de captar lo ideal, sus
relaciones y la relación de lo temporal – espacial.

Para unos esta posibilidad del ser humano, unida a la
capacidad de la razón para averiguar como es la realidad
en si, independiente de nuestro conocimiento sensible, es la
forma de conocer el mundo que nos rodea y explicarnos a nosotros
mismos. Esta posición se denomina racionalismo y contrasta
con el empirismo, el cual plantea que el único
conocimiento posible solo puede atribuírsele a la
experiencia sensible. El empirismo alía a la experiencia
sensible la razón, pero solo para relacionar datos y
realizar inducciones.

Durante siglos se ha discutido sobre el origen del
conocimiento, sobre la posibilidad de conocer, sobre la
relación sujeto – objeto, y se llegó a pensar, con
el dominio del empirismo, que la realidad y los objetos o
fenómenos que la componen eran susceptibles de ser
aprehendidos. Estas ideas, que impregnaron a toda la sociedad y
particularmente a las ciencias de la naturaleza, vivieron su
momento de gloria durante el siglo XIX y principios del siglo
XX.

Todavía, hoy quedan vestigios de esa concepción
que asegura que el sujeto puede conocer al objeto, que podemos
inferir leyes generales o al menos parciales de los
fenómenos de la naturaleza. La fortaleza de esta creencia
reside en el éxito que la aplicación del empirismo
y del método inductivo, significó en la conquista
de la naturaleza, empleo la palabra conquista, ex profeso, porque
como lo señala Alan Watts: El hombre occidental siempre se
ha sentido ajeno a la naturaleza, fuera de ella. Nunca se ha
considerado integrado. Por lo tanto, su objetivo ha sido siempre
conocerla para vencerla, comprenderla para dominarla. En fin, los
resultados exitosos de esta concepción, los vivimos
día a día y los avances tecnológicos y
científicos se han dado con tal rapidez, que la vida de
nuestros padres, nada tuvo que ver con la nuestra y la nuestra
nada tendrá que ver con la de nuestros hijos. Obviamente,
el éxito genera fe, y la creencia de que la ciencia era
infalible y que el conocimiento de todo cuanto nos rodea era
posible, se convirtió en una paradoja difícil de
romper.

El Siglo XX nos depara nuevas sorpresas, nuevos
descubrimientos acabaron con el mito del conocimiento, con el
concepto de causalidad, con el determinismo, que creía en
la existencia de leyes fijas, que determinaban el estado futuro
de un sistema a partir del actual, en fin, acabaron con el
andamiaje que se había montado para la
representación de la diosa ciencia y comienza a
derrumbarse, lo que durante dos siglos se creyó era el
peldaño de llegada, la llave mágica de entrada, al
cuarto donde todos los misterios serian develados.

Cuatro momentos históricos y
coincidentes en el tiempo es conveniente
señalar:

  • 1. Los descubrimientos de Max Planck y su
    teoría cuántica. A partir de la cual toda ley
    debe formularse, como ley estadística, como
    probabilidad, acabando con el determinismo.

  • 2. El principio de incertidumbre de Heinsenberg
    en el cual el objeto de estudio ya se modifica por el mero
    hecho de la observación.

  • 3. Los descubrimientos de Einstein
    y su teoría de la relatividad, donde el tiempo y el
    espacio dejan de ser absolutos y la materia deja de ser
    eterna al transformarse en energía.

  • 4. El principio de complementaridad de Niels
    Bohr donde plantea que en algunas situaciones un modelo no
    puede representar adecuadamente la realidad y por lo tanto
    necesitamos de otros modelos explicativos
    complementarios.

Estos cuatro acontecimientos traumáticos, para el ser
humano en general, pero particularmente para el mundo
científico, acaban con la concepción de la ciencia
que desde Newton había prevalecido. Para emular a Khun, el
viejo paradigma, había encontrado un número
significativo de hallazgos anómalos, que obligaba a la
construcción de uno nuevo; que incidiría en otra
forma de ver el mundo y de plantearse la ciencia.

Bajo esta nueva perspectiva, el sujeto solo puede aproximarse
al conocimiento del acaecer, no al ser del objeto en si. Lo que
elaboramos son modelos operacionales, no modelos reales de la
naturaleza. Las leyes de la naturaleza son simplemente leyes
humanas, reglas predictivas que hemos creado. La ciencia se
convierte en mediciones, en regularidades estadísticas,
nunca en certezas.

Nos despertamos del sueño del conocimiento,
sencillamente no podemos aprehender los objetos. Confundimos la
realidad con la representación que de ella hicimos. La
ciencia, para el mismo Einstein "es una creación del
espíritu humano con sus ideas y conceptos libremente
inventados". El sujeto siempre ha estado presente en el objeto,
como indica Castilla del Pino "Lo acaecido en todo caso es una
organización categorial de la realidad". Durante siglo y
medio viajamos en un barco construido con tal abundancia de
hierro, que la aguja del compás apuntaba solo a la masa
férrea del propio buque y no al norte. Con un barco
semejante no hay modo de poner la proa a ninguna meta. Navega en
círculo entregado a vientos y corrientes. Este
símil expresado por Heinsenberg, señala claramente
la situación de la ciencia en el pasado reciente.

Los cuatro descubrimientos señalados harán que
el barco cambie de dirección, que se busquen nuevos
instrumentos, que se señalen los límites de nuestra
capacidad para conocer, pero, también ampliaran nuestra
visión y nuestra perspectiva de la ciencia.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12
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